sábado, 30 de septiembre de 2017

Resultado de imagen de domingo 26 tiempo ordinario imagenes

EL COMPROMISO DE DECIR “SÍ”
Las afirmaciones demasiado espontáneas, las respuestas inmediatas, casi sin pensar, deben ser sometidas a una crítica y análisis. Porque muchas veces el “sí” es un “no”, y viceversa. Decir “sí” es cosa muy distinta a hacer. El que da un paso adelante precipitadamente acaba retirándose apenas se encuentra fuera del alcance de la vista del superior. Por eso el que va regalando constantemente respuestas fáciles, la mayoría de las veces claudica ante empeños o situaciones difíciles.

En contraposición existen personas, como el primer hijo de la parábola que se propone en la Misa de este domingo vigésimo sexto, que son inquietas, rebeldes, que de entrada niega, pero que tienen un corazón de oro. Los rebeldes son apasionados porque han padecido algunas desilusiones, porque son fieles a unos valores olvidados. No saben emplear la palabra lisonjera, aparentemente viven en manifiesta desobediencia, se sienten incapaces de reducir la vida a saludos fáciles, son atrevidos porque parece que dicen “no” a todo.

La pregunta de Jesús es vigente y nos interpela a todos: “¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?’. Lo que importa, por consiguiente, es cumplir la voluntad del padre: cultivar la viña. Solamente los obreros de la verdad, y no los especialistas del “sí” fácil y de comprometido, son los verdaderos hijos. Porque el padre solamente reconoce como hijo a aquel que cumple su voluntad, y se esfuerza, y trabaja en la viña de la Iglesia. Sin embargo no llama “hijo” al que se limita a proclamar la simple intención de cumplir. Existen demasiados intencionistas de primera buena voluntad, pero que después hacen lo que les da la gana. Muchos se creen merecedores de un diez en conducta simplemente porque han dicho “voy, Señor”. Dios no se deja engañar por nuestro “sí” repentino, sino que echa una ojeada por la viña para ver si estamos y qué es lo que hacemos de bueno.

Se debe desterrar siempre un concepto de obediencia falsa e hipócrita, que suma inutilidades a la atonía del mundo. La verdadera obediencia, descrita en los textos bíblicos de hoy, significa humildad, cercanía a los otros, eliminación de la vanagloria, superación de los intereses personales, dominio del gusto personal y del fácil deseo de poder. Es donación como la de Cristo, el Hijo de Dios; es servicio a la entera comunidad humana. ¡Cuántos sepulcros blanqueados de aparente obediencia esconden muerte y vacío!


No hay comentarios:

Publicar un comentario